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Nuevo Libro de Hugo Fort

The interface between physics, biology, economics and information theory

This book aims at providing a unifying framework, based on Information Entropy and its maximization, to connect the phenomenology of evolutionary biology, community ecology, financial economics, and statistical physics. This more comprehensive view, besides providing further insight into problems, enables problem-solving strategies by applying proven methods in one discipline to formally similar problems in other areas. The book also proposes a forecasting method for important practical problems in these disciplines and is directed to researchers, students and practitioners working on modelling the dynamics of complex systems. The common thread is how the flux of information both controls and serves to predict the dynamics of complex systems. It is shown how maximizing the Shannon information entropy allows one to infer a central object controlling the dynamics of complex systems, such as ecosystems or markets. The resulting models, which are known as pairwise maximum-entropy models, can be used to infer interactions from data in a wide variety of systems. Here, two examples are analysed in detail. The first is an application to conservation ecology, namely the issue of providing early warning indicators of population crashes of species of trees in tropical forests. The second is about forecasting the market values of firms through evolutionary economics. An interesting lesson is that PME modelling often produces accurate predictions despite not incorporating explicit interaction mechanisms.

Por mas información

https://iopscience.iop.org/book/mono/978-0-7503-3931-5

Nuevo paper de Hugo Fort sobre variante alfa de SARS-CoV-2

A very simple model to account for the rapid rise of the alpha variant of SARS-CoV-2 in several countries and the world

Link: https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0168170221002380

 

Rodolfo Gambini es el primer Uruguayo en integrar la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias

Gambini, de 74 años, es uno de los 252 nuevos miembros de la prestigiosa academia científica, fundada en 1780 por el segundo presidente de los Estados Unidos, John Adams, y otros fundadores del gigante norteamericano.

«Si bien los fundadores no anticiparon un año con una pandemia histórica, un ajuste de cuentas racial atrasado y conflictos políticos, el propósito de elegir nuevos miembros es más convincente que nunca», señala la web de la organización. Su presidente, David Oxtoby, expresó al portal: «Estamos honrando la excelencia de estas personas, celebrando lo que han logrado hasta ahora e imaginando lo que continuarán logrando”.

«Cuando uno mira la historia y los hombres que han estado uno se siente muy honrado, y con una responsabilidad de ver si se puede contribuir de alguna manera», dijo Gambini en diálogo con El País. Añadió que esta academia «se ocupa de problemas universales, va más allá del país donde se encuentra».

La lista de los nuevos miembros de la destacada academia estadounidense se clasifican en treinta secciones, organizadas en cinco clases. Dentro de la clase «Ciencias Matemáticas y Físicas», Gambini se ubica tercero en la lista de la «sección 2 – Física».

Recibió en 2010 el título Doctor Honoris Causa de la Universidad de la República (UdelaR), entre varias distinciones nacionales e internacionales.

Además, fue el primer presidente de la Academia Nacional de Ciencias del Uruguay (Anciu) desde 2009 a 2016,  cuando asumió Rafael Radi, actual coordinador del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH), quien a su vez fue el primer uruguayo en integrar la Academia de Ciencias de los Estados Unidos.

Gambini además ocupó la dirección de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) desde 2009 a 2013, y presidió el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Uruguay (Conicyt) entre 1994 y 1995, entre otros cargos.

El experto cursó la licenciatura en Física (UdelaR) entre 1968 y 1972, y cursó un doctorado en Física Teórica (Universite de Paris XI) entre 1972 y 1974, y varios cursos desde entonces. Es docente del Instituto de Física de la Facultad de Ciencias (UdelaR) desde 1989,  y ostenta en la institución pública el grado 5, máximo en la escala universitaria.

El científico se ha especializado dentro de la Física en la relatividad general y la gravedad cuántica. Más recientemente, Gambini ha trabajado en los fundamentos de la mecánica cuántica.

Fuente: El País

Nuevo libro del Dr Hugo Fort.

This book focuses on use-inspired basic science by connecting theoretical methods and mathematical developments in ecology with practical real-world problems, either in production or conservation. The text aims to increase the reader’s confidence to rely on partial aspects and relations of systems to which we only have an incomplete understanding. By abstracting and simplifying problems, Ecological Modelling and Ecophysics seeks to expand the reader’s understanding and ability to solve practical issues with rigorous quantitative methods.

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Unraveling the Origins of a Record-Setting Marine Heat Wave

The extreme heat wave in the southwestern Atlantic in 2017 was likely caused by upper atmosphere circulation patterns triggered by the Madden-Julian Oscillation tropical weather cycle.

 

Source: Geophysical Research Letters

High temperatures and increased stratification in the Río de la Plata’s plume, seen here from space, led to an unprecedented and ecologically devastating marine heat wave in the southwestern Atlantic during February–March 2017. Credit: NASA-MODIS Aqua

By

Marine heat waves—defined as events during which seawater temperatures exceed the 90th percentile of the 30-year historical record for 5 or more days—are becoming more frequent and lasting longer in locations around the globe. Because the populations of many aquatic species such as algae, fish, and marine mammals often have difficulty recovering from such environmental extremes, these events can have devastating ecological impacts and severe socioeconomic consequences.In a new study, Manta et al. examined marine heat waves in the southwestern Atlantic Ocean, a region near the confluence of the cool Malvinas and warmer Brazil Currents. Although not previously known for such events, the waters over the continental shelf between 32°S and 38°S reached a record-setting 26.8°C during the 2017 austral summer. This extreme temperature was 1.7°C higher than the previous maximum and caused mass fish mortalities and toxic algae blooms.After analyzing remotely sensed sea surface temperatures and daily climatologic and atmospheric variables, the team concluded that although the 2017 marine heat wave was the most intense of the past 3 decades, it was just 1 of 75 events, lasting a total of 893 days, to occur in the region between 1988 and 2017. The data also show that these events are becoming more frequent in the southwestern Atlantic Ocean, with more than 50% of the marine heat wave days occurring since 2014.The authors attribute the extreme 2017 event to atmospheric forcing due to an unprecedented combination of extremely high air temperatures and low wind speeds. These, in turn, led to an intense feedback loop of increasing temperatures and stratification in the Río de la Plata river plume waters, which affect water column stratification and nutrient distribution across a broad region of the southwestern Atlantic shelf. The team argues that the most likely driver of this event was the Madden-Julian Oscillation, a large-scale wave pattern in the tropical atmosphere that causes major fluctuations in tropical weather over timescales ranging from weeks to months.As one of the first studies to examine marine heat waves in the southwestern Atlantic region, this research represents an important contribution to increasing our understanding of both the historical context and the causes of these potentially devastating events. (Geophysical Research Letters, https://doi.org/10.1029/2018GL081070, 2018)
—Terri Cook, Freelance Writer
https://eos.org/research-spotlights/unraveling-the-origins-of-a-record-setting-marine-heat-wave

 

 

 

La Unión Astronómica Internacional decide hacer justicia con uno de los padres de la expansión del universo

La astronomía no deja de asombrarme, no sólo por su objeto de estudio, el cosmos con todos sus maravillosos secretos que poco a poco vamos develando, sino también por su relación especial con la sociedad, que la hace única entre las ciencias. Quizá sea porque es la ciencia más antigua que ha desarrollado el ser humano, o quizá sea por su choque con la iglesia por la centralidad del Sol, simbolizado en la condena de Giordano Bruno a la hoguera y el juicio humillante a Galileo Galilei, que abrió el camino a la revolución científica del siglo XVII.

Por cierto, los astros han estado siempre presentes en la vida cotidiana e incluso han despertado temor al aparecer un cometa muy brillante o por la ocurrencia de algún eclipse. De ahí el origen de la palabra “desastre”, como disgregación de un astro y, a la vez, augurio de alguna calamidad. Por ello los gobernantes de las civilizaciones más antiguas tenían astrónomos en sus cortes e incluso hoy, por ejemplo, los británicos mantienen a su astrónomo real. En tiempos más recientes, la comunidad astronómica ha buscado mantener una relación estrecha con el público, como si quisiera hacerlo partícipe de todas las maravillas develadas del cosmos. El nombre Plutón, el dios del inframundo en la mitología romana, fue propuesto por una niña inglesa de 11 años, de nombre Venetia Burney, y resultó elegido entre más de 1.000 sugerencias provenientes de todas partes del mundo. Desde entonces se han organizado muchos concursos internacionales para designar desde asteroides hasta planetas descubiertos en torno de otras estrellas. Todas estas acciones le dan a la astronomía un carácter democrático y popular fuera de los asépticos laboratorios y aulas.

Astronomía y democracia

La democracia alcanzó a la Unión Astronómica Internacional (UAI), el organismo que nuclea a los astrónomos profesionales, que cuenta en la actualidad con unos 13.600 miembros en todo el mundo (cuatro de nuestro país). Mediante una histórica votación, inédita en los anales de la ciencia, la UAI le reconoce al sacerdote belga Georges Lemaître su autoría en la ley de expansión del universo. Pero esta no fue la primera vez que la UAI recurrió a una consulta entre sus miembros para resolver un tema conflictivo. El primer antecedente se remonta a 2006, cuando se resolvió adoptar una definición de planeta diferente de la que traía una comisión designada por el comité ejecutivo de la UAI. En ese episodio, junto a mi colega Gonzalo Tancredi, tuvimos el privilegio de ser actores muy activos en el debate, y la resolución final del tema que, como sabemos, planteó una definición que excluyó a Plutón de la categoría de planeta, para redefinirlo como planeta enano. En un intento revisionista, Metzger y colaboradores1 plantean que la UAI no se debe inmiscuir en definiciones astronómicas y debe dejar que “las comunidades científicas alcancen consenso por sí mismas”.

Esta supuesta mayor democracia es ilusoria: el consenso del que hablan es el de unos pocos centros del Primer Mundo, especialmente de Estados Unidos, con los planteles de investigadores y los recursos necesarios para ir marcando las pautas del desarrollo de una disciplina. Los demás investigadores, aunque sean mayoría, están dispersos en una multitud de pequeños centros, muchos de ellos periféricos, como para incidir en la construcción del relato científico. Sólo un organismo supranacional como la UAI, una especie de Organización de las Naciones Unidas de la astronomía, puede darles algo de voz a los que no la tienen.

En el nuevo episodio de democracia directa al que nos referimos antes, la UAI, por medio de una votación electrónica en la que participaron 4.060 astrónomos de todo el mundo (37% del total de habilitados) ha resuelto recomendar que la hasta ahora conocida como “Ley de Hubble” pase a ser denominada “Ley de Hubble-Lemaître” por una mayoría abrumadora: 78% a favor, 20% en contra y 2% abstenciones. Esta votación electrónica sigue a una votación presencial indicativa realizada durante la última asamblea general de la UAI en agosto en Viena, en la que participaron 385 miembros, de los cuales 74% se pronunció afirmativamente por la propuesta. Pero, ¿tanto alboroto por esto? Sí, por dos razones: la ahora Ley de Hubble-Lemaître no es una ley cualquiera; es una ley fundamental que describe la expansión del universo, una de las más importantes halladas en el siglo XX; en segundo lugar, repara una injusticia histórica. Vayamos a los hechos.

El padre y la expansión del universo

Georges Lemaître (1894-1966) fue un sacerdote católico belga con una sólida formación científica en matemáticas, física y astrofísica. Resolviendo la ecuación de la relatividad general de Albert Einstein, Lemaître halló una solución que mostraba que el universo estaba en expansión. Es cierto que esta solución ya había sido encontrada unos años antes por el matemático y físico ruso Alexander Friedmann (1888-1925), trabajo sobre el cual Lemaître no tenía conocimiento. La diferencia importante es que mientras que Friedmann planteó la solución en términos puramente matemáticos, Lemaître corroboró esa asombrosa conclusión teórica con datos observacionales que mostraban que las galaxias efectivamente se alejaban. Estas investigaciones las publicó en 1927 en un artículo en la revista belga Annales de la Société Scientifique de Bruxelles. Lemaître no se quedó sólo con ese trabajo: en las siguientes décadas siguió profundizando sobre las consecuencias de un universo en expansión. Yendo hacia el pasado, eso significaba que toda la materia del universo estaría cada vez más concentrada hasta alcanzar un estado de superátomo o átomo primitivo, como él lo denominó, que, al estallar y expandirse, originó el universo visible. Lemaître fue entonces el padre de la teoría del Big Bang (“Gran estallido”) expresión cacofónica acuñada por el astrofísico británico Fred Hoyle en 1949 para ridiculizar a esta teoría a la que se oponía.

En 1929 el astrónomo estadounidense Edwin Hubble (1889-1953) publicó su famoso trabajo sobre la relación entre las distancias y velocidades radiales de las galaxias, que fue seguido por otro trabajo, con una muestra de galaxias más numerosa, publicado junto con su colega Milton Humason en la prestigiosa revista Astrophysical Journal en 1931. En ninguno de estos trabajos se menciona a Lemaître. Esto resulta por lo menos llamativo, ya que Hubble se encontró con Lemaître durante la tercera asamblea general de la UAI en Leiden, Holanda, donde probablemente hablaron del tema del corrimiento hacia el rojo de las galaxias y su relación con la distancia.

Hubble gozaba de gran prestigio en la poderosa comunidad de cosmólogos y astrofísicos estadounidenses, quienes comenzaron a referirse en sus trabajos a “la Ley de Expansión de Hubble”, dejando de lado al menos conocido Lemaître. Dicen los autores Helge Kragh y Robert W Smith2 que el relato científico tiende a condensarse en una figura cuasi mítica, el héroe, único responsable de un descubrimiento o una ley, y desprecia cualquier contribución de colegas menos privilegiados por trabajar en centros periféricos o de menor relevancia. Estos héroes no están en cualquier lugar: suelen trabajar en los centros científicos más importantes y gozar de gran reputación académica. Si la historia es escrita por los vencedores, el relato científico es escrito por quienes se encuentran en esos centros de excelencia, que a su vez fabrican sus propios héroes, que recibirán todo tipo de distinción, desde premios Nobel hasta epónimos de descubrimientos. Este es sin duda el caso de Hubble, que se encumbró sobre sus contrincantes, que fueron relegados al olvido, para pasar a ser considerado el padre de la teoría de la expansión del universo, mote excesivo e injusto con otros actores, en particular Lemaître. La resolución de la UAI rescata la figura de este último de las sombras del tiempo para darle nueva luz, y de esta forma repara una injusticia histórica. Si Lemaître viviera, o si su alma siguiera monitoreando los acontecimientos terrestres desde el cielo, podría suspirar aliviado: ¡se hizo justicia! Sí, justicia divina.

Julio Fernández es docente e investigador del Departamento de Astronomía del Instituto de Física de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar). Es miembro de la Academia Nacional de Ciencias del Uruguay y de la National Academy of Sciences de Estados Unidos, y este año recibió el título honoris causa de la Udelar.

Ciencia en primera persona es un espacio abierto para que científicos y científicas reflexionen sobre el mundo y sus particularidades. Los esperamos en ciencia@ladiaria.com.uy.


  1. Metzger, PT, Sykes, MV, Stern, A, Runyon, K. (2019). “The reclassification of asteroids from planets to non-planets”. Icarus 319, 21. 
  2. Kragh, H, Smith, RW (2003). “Who discovered the expanding universe?”. History of Science 41, 141. 

 

 

 

Tabare Gallardo Orbital Synchronicities in the solar System

Orbital  Synchronicities in the Solar System

 

https://sciencetrends.com/orbital-synchronicities-in-the-solar-system/
Hundreds of thousands of asteroids are orbiting our Sun with different orbital periods according to their mean distance to the Sun, or semimajor axis. All of them are gravitationally perturbed by the massive planet Jupiter.

The cumulative perturbations of Jupiter, and, to a lesser extent, other planets, generate a slow orbital evolution. Sometimes the asteroids’ orbital periods are in a simple fractional relation with the orbital period of Jupiter. In this case, this synchronicity accumulates a strong orbital perturbation in the long term that generates a peculiar orbital evolution. This phenomenon is known as orbital resonance.

The first evidence of orbital resonances in the population of asteroids was obtained by Kirkwood in 1866. He found evident gaps in the distribution of the semimajor axes of the asteroids exactly there where the orbital periods were simply related to Jupiter’s orbital period. For example, there is a gap at 2.5 astronomical units (au) from the Sun where the corresponding orbital period is 1/3 Jupiter’s orbital period. In modern language, we refer to this situation as the 3:1 resonance with Jupiter. We now know that this gap is due to a strong dynamical instability that appears inside this resonant motion but not outside of it. In the 90s, a large population of trans-Neptunian objects started to be discovered and as discoveries increased an analog pattern of resonances, with Neptune becoming evident in the trans-Neptunian region.

Credit: JPL – NASA

For decades, astronomers tried to understand this dynamical mechanism that not only generates gaps in the population of objects but also concentrations. For example, the Hildas is a concentration of approximately 4500 asteroids evolving inside the 3:2 resonance with Jupiter, which means their orbital period is 2/3 the orbital period of Jupiter. In analogy, there is a stable population of objects concentrated in the exterior 2:3 resonance with Neptune. Pluto is the most popular object of this population which has an orbital period 3/2 times the orbital period of Neptune.

The other very relevant population of resonant objects are Jupiter’s Trojans, consisting of approximately 5500 objects that are in the resonance 1:1, which means they share the same orbital period of Jupiter. At present, we know about objects evolving in resonances with almost all planets of our solar system. The stability of the resonant motion is defined by long-term effects that occur inside each resonance, and they are different for each resonance. For example, inside the 3:1 resonance with Jupiter, the long-term dynamics excite the eccentricity to almost 1, transforming the asteroid in a projectile that will collide with other planets or with the Sun.

Why do some resonances show up, but for others, there are no dynamical traces? Astronomers found that each resonance has an associated “strength”: strong resonances generate strong dynamical effects (gaps or concentrations) and they cover larger regions in the space of semimajor axis. Weak resonances do not generate notable orbital evolutions and they operate in a very limited region in the space of semimajor axis. For example, the strong resonance 3:1 with Jupiter affects all asteroids with the semimajor axis between 2.44 and 2.56 au, while the weak resonance 1:2 with Mars affects only asteroids with the semimajor axis between 2.417 and 2.419 au.

Analytical theories allowed a very complete description of the resonances, but under the restriction of near-coplanar orbits for the considered planet and the small body. These theories showed that the resonance’s strength is proportional to the mass of the planet that generates the resonance and also proportional to the orbital eccentricity of the resonant small body. That means that for larger orbital eccentricities the resonances are wider in the semimajor axis. For large enough eccentricities the resonances are so wide that they overlap constituting a continuum of resonances, generating a chaotic behavior.

Figure. Numerical exploration of the dynamical evolution of 20.000 test particles with eccentricity between 0 and 0.2 and the semimajor axis between 1.86 au and 1.87 au. Dark or blue regions correspond to negligible orbital changes and red and yellow regions correspond to large orbital changes. All orbital changes in this very thin slice in semimajor axis (only 0.01 au) are due to a “forest” of resonances with Jupiter and Mars principally. The domain of the resonances grows with the eccentricity. Image published with permission from Tabare Gallardo

But, what happens when the asteroid has some orbital inclination? There are several cases of small bodies with large inclinations, greater than 60 degrees, for example. More interestingly, there are hundreds of objects with such high inclination that, in fact, their directions of revolution around the sun are contrary to the direction of revolution of the planets. We call them retrograde objects, and they have orbital inclinations between 90 and 180 degrees.

What happens to the resonant motion when the orbital inclination is large or retrograde? Does it make any sense to think about resonances for retrograde orbits? No satisfying theories were presented up to now for these very inclined orbits because the complexity of the algebra involved does not allow us to find simple answers. Serendipitous evidence of the relevance of retrograde resonances came from the numerical exploration of the dynamical evolution of comets. In numerical integrations of comets that show their possible future evolution in timescales of millions of years, it was found that, frequently, they become captured in retrograde resonances, especially in resonances exterior to the planet of the 1:N type, that means 1:2, 1:3, and so on.

An astonishing discovery paints the scene of the relevance of retrograde resonances: in 2015, the object 2015 BZ509 was found to be co-orbital with Jupiter (resonance 1:1) but with an orbital inclination of 163 degrees, which means orbiting around the Sun contrary to the orbital direction of Jupiter. They do not collide because the orbit of the asteroid has some eccentricity, and they are synchronized, avoiding catastrophic encounters.

An approach to the study of the high-inclination resonant orbits was proposed by Gallardo (2019, Icarus). The idea is to numerically compute the resonant perturbations assuming that the object and the planet have fixed orbits. The method is very efficient in providing strengths for thousands of possible resonances in minutes using a standard computer. It is also rigorously valid for arbitrary orbital eccentricities and inclinations. The principal result obtained exploring the resonances using this method is that for high inclination or retrograde orbits, all resonances at some point become weak and they can break the resonant motion, except for resonances of the type 1:N, including the 1:1 resonance, for which their strength is always large, so in timescales of millions of years they become reservoirs of resonant retrograde objects.

In recent years it became evident that in extrasolar systems, in the asteroid belt, and in some satellite systems, there is another type of orbital synchronicity: three body resonances (3BRs). The first documented case of a 3BR was due to Laplace and it involves the orbital motion of the Jupiter´s satellites Io, Europa, and Ganymede. The orbital period of Ganymede is exactly twice the orbital period of Europa, and the orbital period of Europa is exactly twice the orbital period of Io.

This type of 3BR can be considered a superposition of two-body resonances (2BRs) or a “chain” of 2BRs. Chains of 2BRs are observed in particular in extrasolar systems and can be explained by captures in resonance generated by the migration that the planets experience in the last steps of planetary formation. In fact, our planetary system is very close to chains of orbital resonances. But there is another type of 3BRs that do not involve 2BRs and occurs when the orbital period of an asteroid can be expressed as a linear combination of the orbital periods of two arbitrary, not mutually resonant, planets. Looking for this kind of “pure” 3BRs, Smirnov et al. (2018, Icarus) found tens of thousands of asteroids evolving inside 3BRs with two planets, mainly the pair Jupiter-Saturn.

Three body resonances are very weak and they cover very thin regions in semimajor axis, some 0.001 au or less. Nevertheless, they are numerous and they generate large accumulations of asteroids transitorily trapped in resonant motion. This can be seen if we plot a histogram of the semimajor axes of the known asteroid population.

Orbital resonances are not an exotic mathematical singularity; they have a clear physical meaning and an indisputable dynamical effect: they explain the orbital architecture of the exoplanetary systems, and they sculpt the distribution of minor bodies in our Solar System generating voids and reservoirs.

Figure. A number of asteroids per 0.001 au between 2 and 3.5 au in the region between Mars and Jupiter. The gaps are due to strong resonances with Jupiter and each peak is due to weak two-body orbital resonances (mainly asteroid-Mars) or three-body orbital resonances (mainly asteroid-Jupiter-Saturn). Image published with permission from Tabare Gallardo

These findings are described in the article entitled Resonances in the asteroid and trans–Neptunian belts: A brief review, recently published in the journal Planetary and Space ScienceThis work was conducted by Tabaré Gallardo from the Instituto de Física, Facultad de Ciencias.

 

Científicos uruguayos descubren un nuevo tipo de camuflaje en los grandes dinosaurios carnívoros

 

 

Premio excelencia Elsevier para docentes del Instituto de Física

Los docentes de la Facultad de Ciencias Arturo Martí, Omar Defeo, Miguel  Campiglia y Claudio Gacuher serán premiados por la Editorial Elvesier

El jueves 11 de octubre a las 20 horas se realizará la ceremonia de premiación en el Radisson Montevideo Victoria Plaza Hotel. Arturo Martí será premiado en la Categoría Educación, Omar Defeo en Ciencias Ambientales, Miguel Campiglia en Matemáticas y Claudio Gaucher en Ciencias de la Tierra.

El Profesor Titular del Instituto de Física, Arturo Martí es Licenciado en Física y Doctor en Física por la Universidad de Barcelona. Miguel Campiglia es Profesor Adjunto del Instituto de Física, egresado del Licenciatura en Física opción Física, Magíster en Física (PEDECIBA) y Doctor en Física en la Universidad Estatal de Pennsylvania (EEUU). Además realizó un posdoctorado en Física Teórica en el Raman Research Institute de India. Claudio Gaucher es Licenciado en Geología y Doctor en Ciencias Naturales. Además cuenta con un posdoctorado en geoquímica isotópica (2009-2010) en la Universidad de Copenhague, Dinamarca. El Dr. Omar Defeo, es Profesor Titular del Instituto de Biología y será distinguido con el Premio en la categoría Ciencias Ambientales por su amplia producción científica junto a sus colegas del Laboratorio de Ciencias del Mar (UNDECIMAR) y redes internacionales de trabajo. Ecología de Playas y Pesquerías han sido el foco de investigación desde sus inicios.

El Premio Excelencia es una iniciativa de la Editorial Elsevier, una de las editoriales más importantes del mundo en el ámbito de la literatura científica y académica, que reconoce el talento y la dedicación de los investigadores en todo el mundo. En Uruguay el Premio cuenta con el apoyo de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII).

Los cupos de las invitaciones son limitados, y los interesados deberán confirmar su participación presencial a través del siguiente enlace.

 

Julio Ángel Fernández recibió Honoris Causa de la Udelar

Julio Ángel Fernández recibió Honoris Causa de la Udelar

Entrega del título de Doctor Honoris Causa a Julio Fernández. 28/09/2018. Foto: Richard Paiva-UCUR.En la ceremonia que tuvo lugar el viernes 28 en el Paraninfo de la Universidad de la República (Udelar), el astrónomo y docente de la Facultad de Ciencias Julio Ángel Fernández recibió el título de Doctor Honoris Causa, en reconocimiento a sus valiosos aportes académicos. Fernández declaró que «la pasión por ciertas cosas no caduca», y que seguirá haciendo ciencia.

En la ocasión hicieron uso de la palabra los ex alumnos y compañeros de Fernández, y docentes de la Facultad de Ciencias (FC) Tabaré Gallardo, director del Instituto de Física de esa facultad y Gonzalo Tancredi, docente del mismo Instituto, además del rector Roberto Markarian y el propio Fernández.

Tancredi y Gallardo hicieron un repaso de la trayectoria de Fernández, desde sus inicios en 1966 como estudiante de Astronomía en la Facultad de Humanidades y Ciencias (FHC) en ese momento ubicada en la zona de la Aduana. Recordaron que cuando la Universidad fue intervenida en octubre de 1973 en el marco del Golpe de Estado, Fernández era consejero estudiantil por la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU), por eso en noviembre fue apresado y permaneció detenido por algunas semanas. Al año siguiente pudo continuar sus estudios y recibirse de Licenciado en Física con opción en Astronomía. Pocos años después fue destituido del cargo docente que tenía en ese momento, entonces partió al exilio. Primero en España, donde trabajó en el Observatorio Astronómico de Madrid, luego en el Max Planck Institut für Aeronomie en Alemania y finalmente en el Observatorio de Valongo en Río de Janeiro. Fue en ese período que desarrolló las principales contribuciones científicas por las que luego sería reconocido.

A su retorno al país luego de la apertura democrática, fue reincorporado a la docencia en la Universidad. Gallardo resaltó sus virtudes como formador: un profundo conocimiento de su disciplina, la defensa de la iniciación de los estudiantes en la investigación astronómica en épocas tempranas y su «alto nivel de honestidad y rigor» en el trabajo científico. Su preocupación por abarcar todos los aspectos de la formación de los estudiantes lo llevó a trabajar por la instalación de varios observatorios en nuestro país: el «Félix Cernuschi», Los Molinos, y luego el del Centro Universitario Regional del Este.

Como científico, Gallardo destacó su capacidad para no dejarse seducir por las modas, lo que hizo que se enfocara en el tema de su interés: la formación de los planetas. Otras virtudes que Gallardo señaló fueron su «afinada intuición para descubrir los detalles ocultos» en una investigación y una gran humildad al presentar sus ideas. También destacó que Fernández es responsable por la creación de un grupo de investigación en ciencias planetarias en Uruguay y por la formación de astrónomos que hoy se desenvuelven en esa área en diversos países. Trabajó por la colaboración regional en ese campo organizando talleres y colaborando en escuelas de grado y posgrado. Además, en el 2017 organizó en Uruguay la edición del prestigioso congreso Asteroids, Comets, Meteors. Fernández integró durante muchos años la comisión de nomenclatura de cuerpos menores de la Unión Astronómica Internacional (UAI). Desde allí propició la designación de asteroides con nombres que reconocen a personas como Roberto Caldeyro Barcia, o también a movimientos que luchan por los derechos humanos como es el caso del asteroide 9479 Madresplazamayo.

Astronomía y Sociedad
Gallardo señaló que Fernández estuvo siempre preocupado por acercar la ciencia al público, y por eso entre otros logros ayudó a crear en 1990 la Sociedad Uruguaya de Astronomía, de la cual fue varias veces presidente. Tancredi repasó la trayectoria académica de Fernández, quien publicó más de 120 artículos en revistas científicas a lo largo de su carrera, los que obtuvieron casi 2000 citas. Entre esos destacó el de 1980 acerca de la existencia de un cinturón transneptuniano, lo que generó el estudio de esa zona del Sistema Solar antes inexplorada, donde hoy en día se han identificado más de 2000 objetos. En particular, en 2003 se descubrió en esa región un objeto con un tamaño mayor al de Plutón, destacó, lo cual tiene relación con los aportes posteriores de Fernández y Tancredi a la definición de planeta. Otras investigaciones importantes de Fernández fueron la que difundió ese mismo año sobre el origen de los cometas de la Nube de Oort, y un artículo publicado en 1984 sobre la migración de planetas gigantes.

La intensa producción de conocimiento que desarrolló Fernández en relación a los cometas, su naturaleza dinámica, origen y su relevancia cosmogónica fueron resumidos, junto a una revisión extensa de la literatura en esta temática, en el libro publicado en 2005, Comets, comentó Tancredi. También se refirió al momento en el cual ambos astrónomos presentaron ante la IAU una propuesta que redefinía el concepto de planeta, en 2006. El hecho tuvo gran repercusión y se denominó Pluto affair. Sobre el asunto la ex presidenta de la IAU, Catherine Cesarsky, declaró que se trató del mayor evento de la historia centenaria de la unión, y fue quizás uno de los principales hechos periodísticos de ese año.

Citó varios comentarios de colegas destacados en el campo de la astronomía sobre Fernández, entre ellos el de Alessandro Morbidelli: «Pocos científicos pueden afirmar haber logrado un resultado realmente profundo, que haya cambiado el curso de una disciplina y resultara ser correcto a largo plazo. El profesor Fernández logró esto al menos tres veces». Para Tancredi esa afirmación resume la importante contribución que ha hecho Fernández al estudio del origen y evolución del Sistema Solar.

Por su parte Markarian repasó los nombres de algunas personas distinguidas con el título de Doctor Honoris Causa de la Udelar, recordó algunos que fueron sus maestros y otros de generaciones similares a la suya. En el caso de Fernández, señaló que hicieron una trayectoria parecida, al ingresar a Facultad de Ingeniería con un año de diferencia, compartiendo el interés por disciplinas básicas. Luego ambos completaron su formación en otras áreas y no la carrera de Ingeniería.

Destacó que Fernández es una persona fundamental de la ciencia a nivel internacional y con su trabajo ha aportado «a comprender nuestro mundo». La comisión universitaria que resolvió la entrega del título valoró además que a lo largo de toda su vida académica fue incansable en la búsqueda de la integración de los científicos de Latinoamérica en el campo de la astronomía. También trabajó por la creación del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas y de la Facultad de Ciencias en nuestro país, y tuvo activa participación en el cogobierno universitario.

Cuando eran nueve
Fernández se declaró «emocionado», agradeció a la institución en la que trabajó gran parte de su vida y a sus compañeros. Rememoró su infancia en el barrio de la Aguada, que compartía con otros niños de familias trabajadoras e inmigrantes como la suya. Recordó también la escuela pública de aquel «Uruguay integrado», y dijo que espera que pueda seguir siendo «un elemento igualador de nuestra sociedad». Allí nació su interés por la astronomía y la astronáutica, también porque en ese momento comenzaba la era espacial con la puesta en órbita de los primeros satélites soviéticos. En 1958 leyó su primer libro sobre el tema y coleccionó un álbum de figuritas sobre la conquista del espacio.

En secundaria su interés y la motivación para conocer más fueron creciendo, y con sus lecturas sentía la necesidad de aprender «más física y más matemática». Por eso hizo Preparatorios de Ingeniería en el IAVA y después eligió estudiar en la Facultad de Ingeniería. Cuando supo que podía estudiar Astronomía en la FHC, se inscribió para cursar allí la Licenciatura en Astronomía en 1966. Fernández recordó a su profesor Félix Cernuschi, un «científico profesional» que incentivaba la producción de publicaciones, algo que en la década de los sesenta en Uruguay hacían muy pocos investigadores.

También recordó su primer trabajo remunerado, controlando el radiotelescopio el Aeropuerto de Carrasco. Allí debía atravesar las pistas de aterrizaje en bicicleta y subir a una escalera muy insegura para hacer reparaciones en alguna de las antenas que integraban el equipo. Era a finales de los sesenta, en los que la Udelar enfrentaba restricciones presupuestales importantes. A la interna de la institución se dedicaba más atención a las facultades que formaban profesionales y se discriminaba a la FHC, explicó. Como delegado estudiantil participó de discusiones sobre la creación de la Facultad de Ciencias, que iban acompañadas por cuestionamientos sobre los alcances de la Ley Orgánica. Reflexionó que la Universidad debe repensarse en muchos aspectos y transformar esa ley, que ya tiene 60 años.

En la periferia
Fernández relató sus peripecias en el Observatorio Astronómico de Madrid a partir de 1979, «un lugar burocrático» con astrónomos desmotivados que cumplían solo con su horario de oficina. Él se dedicó a formular las hipótesis más importantes de su carrera, relativas a los objetos del cinturón transneptuniano, y a realizar exhaustivos cálculos aprovechando la disponibilidad de una computadora IBM370 en otro instituto, el Centro de Investigaciones Agrarias.

En el exilio pudo realizar grandes aportes relativos a la formación del Sistema Solar y en particular de los objetos residuales generados en ese proceso. «Siempre tuve aspiración de hacer ciencia de calidad a nivel internacional», explicó, y también «vocación de servicio», por eso ocupó varios cargos de cogobierno, incluyendo el decanato de la FC. Fernández comentó detalles sobre el Pluto affair, durante la asamblea de la IAU en 2006. Mientras él y Tancredi querían discutir sobre una definición de planeta que excluía a Plutón del grupo de los nueve conocidos en el Sistema Solar hasta el momento, otros colegas sostenían una definición que abarcaba a esos nueve cuerpos celestes e incluía tres más. La aprobación de la propuesta «de los 12 planetas» se daba como un hecho, tenía respaldo previo. Fernández, Tancredi y otros colegas elaboraron una moción defendiendo la postura «de los ocho planetas», que finalmente fue aprobada por dos tercios de la asamblea.

Fernández reflexionó sobre las repercusiones que tuvo el episodio en medios de prensa, y opinó que no debemos ser ingenuos, «como hay centros de poder económico y político, hay también centros de poder científico». Allí se definen líneas de investigación en boga y se cosechan premios Nobel, «trabajando desde países periféricos es difícil participar en la construcción del relato científico, pero con argumentos y decisión es posible tener incidencia», indicó. Finalmente dijo que se cuestiona sobre cuánto tiempo más se dedicará a la ciencia, opinó que «la pasión por ciertas cosas no caduca por lo que dice la cédula de identidad», y cree que seguirá tratando de ser útil a los demás, «simplemente eso, darle a la vida un propósito».

Markarian entregó el título a Fernández y también un telescopio como obsequio, con el cual le aclaró «no podrá ver objetos transneptunianos» pero sí otros cuerpos más cercanos del Sistema Solar. La ceremonia finalizó con la ejecución de varias piezas musicales a cargo de Mariana Airaudo (piano), Ignacio Añón (violoncello) y Valentina Fabra (clarinete).